Seguro que en diversas ocasiones hemos escuchado la frase: “La educación comienza en casa” y hoy es precisamente lo que estamos viviendo. Actualmente, padres, madres y tutores estamos retados a ser educadores y formadores de los grandes profesionales del mañana.
Por mucho tiempo, hemos olvidado que la familia tiene un papel fundamental en la educación de la niñez y que la escuela es solamente un complemento. Por años, hemos otorgado la educación de nuestras hijas e hijos como responsabilidad completa de los centros escolares.
Sin embargo, en La Biblia encontramos un mandato que muchas veces ignoramos: “Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”, la cual nos refiere que los principales responsables de la educación integral de los niños son mamá y papá.
Así mismo, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por sus siglas en inglés, en su texto “La Educación encierra un tesoro” nos habla de los cuatro pilares fundamentales de la educación en el Siglo XXI y en este artículo abordaremos los tres ejes fundamentales que encierra el texto bíblico citado, desde el significado de la palabra “instruir” y vamos a relacionarlo con los 4 pilares de la educación que podemos poner en práctica para ayudar al crecimiento holístico de nuestras niñas y niños en edad preescolar.
La palabra hebrea que se traduce por instruye es 'chanak', esta se utiliza solo cuatro veces en el Antiguo Testamento y conlleva la idea de dedicar o consagrar. Por ello, reconocemos que, con el mandato de instruir a las niñas y niños, se demanda a mamá, papá y/o tutor mucha dedicación e implementación de habilidades, actitudes, capacidades, virtudes, recursos y tiempo para la formación de sus hijas e hijos.
Con el recurso de tiempo es donde la mayoría de padres y tutores tenemos mayores debilidades. En nuestro contexto actual, donde se nos llama a confinamiento, podríamos tomar esta realidad como la oportunidad que Dios nos está dando para dedicar tiempo tanto de cantidad como calidad para transmitir nuestros conocimientos a los niños y niñas. También, la bendición de aprender de ellos la sencillez de dejar las preocupaciones a un lado y lo hermosa que es la vida relacionándonos con la familia.
Instruir al niño(a) en su camino no significa tratar de cambiar su personalidad, puesto que es una característica nata. Nuestro deber como madres, padres y/o tutores es pedir a Dios sabiduría para educarlos(as). Y al hablar de educar nos referimos a formarlos como seres humanos de bien.
Como sus responsables, estamos llamados a dirigir, encaminar, acompañar a nuestras niñas y niños en el largo camino del aprendizaje.
Instruir al niño también depende del ejemplo que le damos como padres, madres o tutores. Ellos deben ver que más que palabras, nosotros los instruimos usando nuestro testimonio personal.
Las nuevas generaciones no quieren oír sermones, prefieren ver la práctica de los mismos. Debemos tener mucho cuidado con los mensajes contradictorios.
Consiste en ayudar a las niñas y niños a adquirir los conocimientos de comprensión: aprender a conocer el mundo que les rodea con el fin de que comprendan, conozcan y descubran su entorno.
El niño(a) en edad preescolar necesita aprender a aprender, ejercitar la atención, ejercitar la memoria y ejercitar el pensamiento.
Es el poder que experimenta la niña y el niño para influir en su entorno. Es la capacidad que desarrollan para hacer frente a un sinnúmero de interacciones y al trabajar en equipo. Es fundamental permitir que desarrollen su creatividad, su imaginación y puedan crear sus propias experiencias.
Al permitirles que aprendan-haciendo, los estamos capacitando para que el día de mañana sean personas que desarrollen habilidades y cualidades profesionales para enfrentarse al mundo laboral.
Es aquí donde el niño(a) está desarrollando su propia personalidad, su capacidad de autonomía, de juicio y responsabilidad personal.
Por todo lo dicho anteriormente, podemos afirmar que la educación en el hogar es una labor titánica, porque no sólo se basa en enseñar letras o números, sino en apoyar en el desarrollo de los futuros profesionales.
Y dependerá de nuestro ejemplo, compromiso y ética como padres, madres y tutores formar una generación de hombres y mujeres resilientes, capaces de enfrentar los problemas y dificultades.
Pero tranquilos, en esta labor no estamos solos. Dios está con nosotros dándonos la sabiduría y las herramientas para poder instruir a nuestras niñas y niños en el camino correcto, con valores, principios, ética, justicia, ternura y amor para Dios y su prójimo.
* La autora es Facilitadora de Educación en World Vision Nicaragua.